lunes, 27 de septiembre de 2010

¡Ssshhh!

    Siempre entro cuando me voy a dormir. Primero en la de él y luego en la de ella, procurando no hacer ruido. Me paro junto a la cama, en silencio, y observo. Me detengo un momento a escuchar su respiración, hasta percibir un leve movimiento. A veces incluso me acerco hasta que vuelven la cabeza, suben una mano, o se dan media vuelta. Entonces me quedo tranquilo, salgo y cierro despacio la puerta, doy por finalizado el día y me marcho a descansar.

Lo hago desde que nacieron, siempre con cierta angustia por si no respiran, y lo repito a diario, como un ritual. Comprendo que me quedan menos veces para hacerlo, porque sus figuras han crecido y cada vez llegan más abajo, hasta el final de la cama. Pero mientras tanto, mientras llega el día en que vuelen solos, yo seguiré.

Y pienso que ellos lo perciben, que, incluso dormidos, sienten que su padre está ahí, atento.

Me gusta pensar que conmigo hacían lo mismo…

Dedicado a...

Él escribe. Yo leo, trago saliva y callo.

http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/556/una-historia-de-guerra/